Hoy soñé que volvías a despertarme, y como
decía aquel, casi me desmonto. Ha sido un sueño recurrente desde hace años: tu
y yo en la cama. Y aunque normalmente es un sueño tórrido, húmedo de sudor, hoy
ha sido lo que se dice bonito. Parecía de una vida que no me pertenece, que no
es la mía. Una vida en la que no soy yo. Cuando me despertabas, el reloj
marcaba las 6:14 de la mañana, porque habían llamado de mi trabajo y me mirabas
enfadada, con los como diciendo:
“¿que horas son éstas?” Y yo cogía ese teléfono preguntando en voz alta: “Será
mejor que esto sea más importante que lo del perro de los Baskerville”. Cosas
de los sueños. Cosas de los sueños, porque no he sabido en ningún momento cual
era mi trabajo onírico, aunque dudo mucho que fuera de investigador criminal.
No sabía cual era ese trabajo, pero recuerdo
perfectamente la sensación de despertarme contento. No suelo despertarme
contento. Sea lo que sea lo que haga en la Ciudad del Amanecer, no me gusta
volver a la Ciudad Azul. En mi sueño, sin embargo, no había pesar. Tu rostro,
tan dulce, cono esos ojos tan grandes llenos de cielo. Tanta calma, tanta paz.
Toda lo que siempre he deseado. ¿Como nadie va a estar enfadado siendo eso lo
primero que ve, lo primero que siente, al despertar?
Y supe, casi al instante de despertar de
verdad, que mi vida nunca sería así. Que nunca tendré paz al despertar, que
nunca habrán unos ojos llenos de ternura mirándome desde el otro lado. Que mi
vida tendrá siempre de todo, pero a la vez siempre será turbulenta. Y tampoco
lo querría de otra manera. Tengo paz en los sueños y vida en la vigília. De un
extremo al otro, siempre.
1 comentario:
No sé si te lo he dicho nunca, aitor, pero estoy muy orgulloso de ti. A diferencia de muchos (y yo bastante), no vienes con un envoltorio bonito, no lo quieres. Y eso es muy difícil. Eres mucho mejor que algunos envoltorios que pululan por ahí. No lo necesitas. En fin, me estoy liando. Lo estás haciendo bien. Sólo, no te preocupes tanto.
Un abrazo
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